jueves, 27 de marzo de 2014

Sin llegar hasta el final...

Cuando uno va al cine,
y casi a con un 100% de acierto,
podemos estar seguros,
de que no saldrá sin terminar de ver la película.

Pero dentro del cine,
donde se estrenan las grandes películas,
es donde más lejos se está de la verdadera realidad.

Cuando yo veo una película en casa,
en mi sofá,
en la tele o en el ordenador,
en ese momento me convierto en guionista,
protagonista,
y dueño del destino.

Pues aquí,
es cuando puedo decidir como quiero que acabe la película,
puedo decidir que el mejor amigo del protagonista no le traicione,
que su padre no muera,
o que todos se vayan a las Bahamas.

Si decido que no llegue el final de la película,
decido también que el final sea el que yo quiera,
el que mi cabeza había diseñado.

Y todo, simplemente,
dejando la película a medias.

Algo así deberíamos hacer con nuestra vida,
cambiar el guión,
aunque haya un final aparentemente escrito.
Imagina que no hubieras acabado de ver Titanic,
que Rick hubiera cogido aquel avión en Casablanca.

A veces, deberíamos cortar nuestra película,
cambiar el guión que otros quieren imponer,
no hablo de dejar las cosas a medias,
ni de no afrontar los problemas,
hablo de verlos desde otro canal,
de dejar la película a medias.

Ahora piensa en tus películas favoritas,
imagina lo que sería de estas,
sin llegar hasta el final.




martes, 18 de marzo de 2014

La derrota la pintan fácil...

El que quiere pierde dos veces,
al menos dos, dos por semana el primer mes,
y una al mes los siguientes,
el que quiere siempre pierde más,
porque siempre es fácil dejar a alguien,
aunque digamos que no,
romper, siempre fue más fácil que reparar.

La inmensa mayoría dice,
y yo en parte lo apoyo,
que la mejor forma de reparar lo que alguien rompió,
es cambiar de carpintero,
sustituir al albañil,
y rematar con un pintor nuevo.

"Pintame la carita..."
que cantaban algunos no hace tanto tiempo,
para pintarte la cara,
solo hace falta una de esas dos cosas,
una empresa de demoliciones,
o una que edifique hasta en medio del desierto.

"Pintame su nariz..."
Y respiras,
y si no lo haces,
lo harás no tardando mucho.

Al final la vida se reduce a eso,
mucho más si tienes 18 años,
hoy parece que te vas a morir,
mañana eres capaz de matar a alguien,
y así un año tras otro.

A mi al final,
resulta que me encanta,
porque lo que hoy es duda,
mañana sabes que será certeza,
lo que fue pena,
no es ni una anécdota,
y así,
si la pared pierde color,
vuelves a pintar.

Porque si sabes lo que mereces,
aunque lo pierdas,
sigues caminando,
sigues buscando.

Y si no...
vas y lo pintas.




domingo, 16 de marzo de 2014

Aprender a...

Toda una vida son muchos días, muchos días para aprender cosas,
imagínate que de repente, todas esas cosas, 
todo ese conocimiento que hasta el momento era tu mayor tesoro,
comienza a desaparecer,
los primeros días olvidas cosas pequeñas,
las llaves, el pañuelo o las gafas de cerca.

Normalmente no serás el primero en darte cuenta de lo que está pasando,
la familia siempre lo hace antes.
¡Ay la familia!
Ellos también tienen que aprender algo nuevo ahora,
pues poco a poco,
y cada vez más,
serán los encargados de coger tus llaves, ponerte las gafas de cerca,
o incluso llevarte el pañuelo a la nariz.

Los sábados por la tarde,
cuando beso a mi abuelo,
ya no me sorprendo,
estoy aprendiendo,
se que me puedo encontrar una cara amable, un grito de desaprobación,
o una carcajada.

Sé que esa tarde puedo ser su hijo, el vecino,
o el compañero de la mili.

Pero mi abuelo y yo tenemos algo en común, ambos conservamos un tesoro,
la familia, y esa no te olvida,
es mas, si es necesario, te ayuda a desaprender.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Aprender a contar

Aprender a contar

Aprendemos a contar un día,
y seguimos haciéndolo el resto.

Contar es como respirar,
aunque no lo valoremos demasiado,
lo hacemos todos los días,
desde el dinero para el pan,
a los viajes del bonobus.

Y no seré yo quién desprestigie los grandes conocimientos,
pues lo son,
pero no serían nada sin las cosas básicas de la vida.

Aprender a contar y leer es como empezar a andar,
ni siquiera gatear,
antes de correr necesitas saber andar,
y una vez en la cima, el medio o el final de tu carrera,
necesitarás y de hecho seguirás andando,
de igual modo leerás y contarás todas las mañanas, tardes y noches,
y te irás a la cama habiendo hecho al menos una de las dos cosas,
yo diría que las dos.

Para aprender a contar,
igual que a leer,
hace falta unos buenos maestros,
un poquito de tiempo de los padres,
y años de entrenamiento,
seguir contando día a día,
también leyendo.

A nuestros padres los recordaremos siempre,
a nuestros maestros de Infantil y Primaria,
quizás menos.

Pero siempre recordamos algo,
por recordar,
recuerdo los veranos con mi padre en el campo,
cuando me hacía contar hasta el número más alto que yo fuera capaz,
y una vez allí,
volver a empezar.

Por recordar,
yo recuerdo a un niño que contó todos los camiones de aquí a Madrid,
y a la vuelta los coches blancos.
Aquel día comprobó que sabía contar perfectamente,
pero ahora,
ese niño ve algo más allá,
algo que no vio entonces,
la satisfacción personal que el sentía,
y que siente cada día cuando lee y comprende algo,
se la debe también a su maestro de Infantil,
a aquel que le enseño a contar.

Porque todos cuentan.
Porque todos los días cuentan.
Todos los días cuentas.


martes, 11 de marzo de 2014

Una razón para darte las buenas noches

¡Hola!
No sé si nos conocemos la verdad,
espero no ser inoportuno,
bueno, normalmente siempre lo soy,
ya te irás acostumbrando,
pero permite que te robe unos segundos.

Hoy como cualquier Martes de Champions, vi el fútbol, ni siquiera jugaban los míos,
eso si que son Martes, pero ya te contaré, bueno, ya lo verás,
en el descanso preparé la cena, ni que decir tiene que me estoy volviendo un cocinitas,
soy de buena boca, eso creo que también lo sabrás algún día,
un poco de pescado y unas patatas,
"Fish and Chips",
y al lío.

Al acabar el partido,
me duché,
volví a la cocina para preparar la comida de mañana,
y me planté frente al ordenador.

Y justo aquí,
mientras escuchaba música con mis cascos rosas,
sí, el rosa también me gusta, toma nota,
como iba diciendo,
justo en ese momento, me acordé de ti.

La verdad, es que no sé donde estás,
ni cuando me leerás,
pero es por las noches cuando dicen que uno recapacita mejor lo que hizo a lo largo del día,
cuando se acuerda de las personas importantes,
a lo largo del día, me gusta hacer algo que me haga sentirme bien,
hoy ya recicle un poquito,
y con eso me valdría,
soy feliz con muy poco a veces.
Pero necesitaba algo más,
algo que no puedo tener todas las noches de mi vida,
y algo que últimamente no hacía,
necesitaba una buena razón para darte las buenas noches,
pues sí,
ni siquiera sé si te conozco,
o si me durarás para toda la vida,
serás mi amor o mi amigo,
o quizás solo me leas una vez,
sea cual sea la razón,
hoy me apetecía decírtelo:
"Buenas Noches"

Porque a veces nos quieren hacer ver, que esto ya no importa,
que lo de las buenas noches,
y los buenos días,
es una tontería.

Pero no, y lo saben,
lo sabemos, porque no sólo no cuesta trabajo,
si no que hacen buenos tus días,
y dulces tus sueños.


Hola, me llamo Mario Cerezo Pizarro
y tan solo quería,
una buena razón,
para darte las buenas noches.


jueves, 6 de marzo de 2014

Tú y yo, año a año.

El hombre más importante de mi vida no ha escrito ningún libro,
no lo necesita.
El hombre más importante de mi vida nunca luchó en ninguna gran guerra,
no era su destino.

El hombre más importante de mi vida, lleva 18 años a mi lado,
y nunca le han dado un premio por ello.
18 años en las trincheras día a día,
encargándose de que todos coman,
de curar a los heridos,
y volver a casa sonriente.

El hombre más importante de mi vida,
nació un día y muere todos ellos por nosotros,
por su familia.
Yo no necesito que ese hombre sea el que más gane,
tampoco quiero que sea el más reconocido de la sociedad.

Lo que yo necesito, es que el hombre más importante de mi vida, lo siga siendo muchos años.

Yo no estaba allí,
no de forma consciente,
pero hace 18 años y tan solo unos pocos meses,
ese hombre fue padre por primera vez,
y no dudo que sintiera miedo,
tal vez dudas,
pero si así fue, ya no importan.

Porque el hombre más importante de mi vida, desde aquel día se convirtió en mi papá,
y sé, con toda certeza, que lleva luchando desde entonces.

Y que seguirá haciéndolo mientras el cuerpo le aguante,
mientras las piernas le empujen.

Con poco más de dos años,
decidí encerrar a mi abuela en el balcón,
el hombre más importante de mi vida no estaba allí,
el estaba trabajando,
siempre trabajando por nosotros,
así es el,
así son mis padres.

Con 6 años yo ya era un chico fuerte,
¿Como no iba a serlo?
Mi padre siempre ha sido fuerte.
Y a esa edad, ya podíamos acompañarles un poco más,
con 6 años yo dormía en el maletero y los asientos del coche,
mientras ellos,
seguían trabajando.

Crecí un poco más,
y junto a mi mamá,
el hombre más importante de mi vida,
comenzó a enseñarme el valor del trabajo,
ese que parece que hoy empiezo a olvidar,
pero no,
no es así,
tuve un buen maestro.

A veces entre diario, y otras los fines de semana,
me enseñaron, que un cubo de castañas,
o dos puñados de judías,
podían equivaler a cosas tan valiosas como un huevo kinder o un paquete de cromos.

El hombre más importante de mi vida, me regaló dos hermanos,
un hermano y una hermana para ser más exactos,
y le he visto enseñarlos de la misma manera.
No se puede dudar de el,
a mi me ha dado casi todo lo que tengo,
y casi todo lo que soy.

A mis 10 años,
el hombre más importante de mi vida, pasó el verano más tranquilo de su vida,
bueno, tranquilo no, reposado sí.
No voy a decir que fuera un verano fácil,
hasta a mí tan joven e inocente, me resultaba raro verle allí parado,
más yo no lo entendía,
y hoy, cuando lo entiendo, solo puedo llenarme de orgullo,
tengo al mejor padre del mundo.

Porque aquel verano, el hombre más importante de mi vida,
tenía que andar con muletas,
sí, a mi padre lo operaron,
porque esas piernas que luchan por todos nosotros,
no son de hierro,
aunque lo parezcan,
aunque salgan cada mañana con la misma energía que hace 18 años.

Mi padre no es de hierro,
pero si de oro.

Con 15 años me enseñó el valor de la palabra,
me prometió un carnet,
y un carnet tuve,
más nunca prometió una moto,
y nunca la hubo.
Eso, amigos míos, para mi era el valor de una promesa.

Con 16 años, el hombre más importante de mi vida,
me enseñó la unión de la familia,
me hizo ver que esta, siempre está en los malos momentos.

El siempre me ha enseñado, que vale más demostrar que hablar,
que la entereza, se tiene cuando hay que tenerla, cuando debes tenerla.

Con 16 años yo vivía en una constante sucesión de montañas,
de precipicios y hundimientos,
pero el hombre más importante de mi vida,
me enseñó a seguir hacía delante,
yo nunca he necesitado un psicólogo,
tengo al mejor padre del mundo.

Y cada vez que he llorado en un rincón o en una cochera,
el ha estado allí, sabiendo ver lo que me pasaba,
y yo, no sé si alguna vez he sabido agradecérselo,
¿Como hacerlo?
Es el hombre más importante de mi vida.

Una vez, le escuche decir algo:
Escuche a mi padre decir:
-Le quería tanto o incluso más que a mi. -Porque era casi un padre para el.

Aquel día no supe decirle lo que pensaba,
hoy sí,
aquel día yo me sentí mal, porque el hombre más importante de mi vida se viera relevado a un segundo plano, pero no era así,
el hombre más importante de mi vida estaba haciendo lo que ha hecho siempre,
lo que tan bien se le da hacer,
cuidar de mi.

Con 17 años, conocí uno de los mejores premios que me ha dado la vida,
el hombre más importante de mi vida,
me dijo que estaba orgulloso de mi.
Probablemente lo habría hecho más veces,
pero ese día fue especial, reconozco que lloré.

Yo no había hecho nada del otro mundo, acababa de terminar mi Bachillerato, y habíamos tenido una pequeña celebración, en aquella celebración, mi padre fue a verme.
Hay que destacar, que normalmente, mi padre no puede acudir a todas las reuniones o actos,
pues sí,
como ya habrás adivinado tú que me lees,
está trabajando.

Mas aquel día especial mi padre fue a verme,
y allí estaba yo,
dándole a la sin hueso delante de un pequeño público,
no me preguntéis por qué,
pero aquel día el hombre más importante y más fuerte del mundo,
no solo se emocionó, sino que se sintió orgulloso,
no me preguntéis por qué tampoco,
pero dos días después,
en la misma cochera donde el hombre más importante de mi vida me veía llorar algunos fines de semana,
en esa misma cochera,
me enteré de la noticia,
el hombre más importante del mundo,
estaba orgulloso.

Un poco más tarde, partí para Cáceres,
no sin antes dudar, pero él lo tenía claro, debía venir.
El hombre más importante de mi vida, me atiende al teléfono de vez en cuando,
el no entiende de libros,
tampoco de escuelas,
pero me entiende a mi.
Y sabe que si el me dice puedes,
yo puedo,
lo puedo todo.

Hoy, ya tengo 18 y un pelín,
no he crecido mucho,
pero esta noche,
voy a llamar al hombre más importante del mundo.

Me ha contado un pajarito lo que le han dicho los médicos,
yo, aunque no soy médico,
también tengo algo que decirle,
ERES EL HOMBRE MÁS IMPORTANTE DEL MUNDO.