miércoles, 13 de mayo de 2015

Tres días antes de lo acordado

Uno nunca decide cuando es el momento de sacar los recuerdos del armario, es más a menudo es otra persona la que nos los saca a pasear, como nuestra madre cuando elegía la ropa que íbamos a llevar al colegio. No obstante lo cierto es que estos, a menudo son los que por si solos deciden salir de vez en cuando.

Con el paso del tiempo es verdad que uno va asimilando estas cosas de forma diferente, existen recuerdos que son como bufandas, estos nos abrigan, nos hacen felices pese al anhelo, tal vez echemos de menos a alguien que ya no está, o tal vez echemos de menos el calor del verano, pero al menos los tenemos a estos para enfrentarnos al frío.

Hay recuerdos que nos dan la fuerza necesaria para seguir, que nos recuerdan quienes somos, nos hacen pisar con fuerza cada día, podríamos decir que estos, son nuestros zapatos, la base sin la que todo empezaría a caerse, nos dolerían los pies, y el camino comenzaría a hacerse más difícil, pues andar descalzo, ya es casi cosa de profetas.

Tenemos los recuerdos cinturón, los que nos aprietan, pero no nos ahogan, son recuerdos amargos, momentos difíciles, o errores cometidos, son estos los que más odiamos, pero también los que más nos hicieron aprender, aunque fuera a base de errores, y es que, si no quieres usar cinturón, lo mejor es aprender muy bien cual es tu talla.

Por último, tenemos los recuerdos mochila, los que llevamos siempre con nosotros, a menudo son pendientes, collares, pulseras, pues estos combinan con cualquier cosa que decidamos ponernos, pues simplemente, están tan dentro de nosotros mismos que sería imposible tratar de desprenderse de ellos.

Y es que nuestro pasado, nuestros recuerdos, son como nuestra ropa, siempre que salgamos de casa la vamos a llevar encima. Yo te sigo llevando todos los días conmigo, sigo recordando todos los días, y todos los 16 más profundamente aún, como hoy que te escribo, tres días antes de lo acordado.