lunes, 29 de septiembre de 2014

Una casa des-ordenada

Lunes, Martes, Miércoles,
Jueves, Viernes, Sábado, Domingo,
y vuelta a empezar.

Paso a paso y día a día, vamos construyendo algo,
casi sin darnos cuenta,
casi sin proponernoslo,
vamos levantando nuestra casa.
Algunos comienzan con los cimientos preparados,
otros se empeñan en empezarla por el tejado.
He visto casas de dos pisos,
y edificios de 70 plantas,
también hay quien tiene por adecuado,
vivir en tiendas de campaña,
lo cierto es que hasta en una cueva,
todas las opciones son correctas.

Pues no existe una forma única y correcta de hacer las cosas,
por mucho que se empeñen.
Cierto es que se programa la forma en la que debemos estudiar,
y ayuda a que la sociedad se mantenga en pie,
se programan los bailes,
las actividades deportivas,
y hasta la hora a la que se debe tomar el té.

Ordenamos los días, los meses, los años y los milenios,
nos creemos dueños del mundo,
y le ponemos precio a la tierra,
apartamos lo que nos perjudica,
y buscamos únicamente lo que nos produce mayor beneficio,
y de vez en cuando,
nos damos cuenta de que no somos los dueños del mundo,
y de que hay más de una forma de construir nuestra casa.

Pues el desorden puede aportarnos más de lo que creemos,
el desorden, es el camino correcto para que nuestra casa no sea como la de todos,
porque las piezas sueltas también forman parte del conjunto,
y porque cada uno, levanta su casa a su manera,
la ordena como quiere.
¡Que se lo pregunten al Caracol!




lunes, 15 de septiembre de 2014

¿Y si volvemos al cole?

¿Y si cambiamos el maletín por la mochila?
¿El ordenador por la plastilina?
¿Las filas de pupitres por rincones de juegos?

No lo sabía hace 16 años,
no podía saberlo,
pero este día está a punto de llegar.


El momento de volver a vivir la vuelta al cole,
y con más intensidad que nunca,
con más ganas que nunca.

No recuerdo cómo fue aquella primera vez,
no recuerdo si lloré o no,
no recuerdo, si por el contrario,
era el niño más feliz de esa larga calle que llevaba a nuestro colegio.

Tampoco puedo recordar con exactitud aquellos primeros compañeros de viaje,
aquellas primeras excursiones,
ni la sonrisa con la que seguro me recibió mi maestra aquella mañana.

Tal vez mi madre tuvo que ir a buscarme aquel día a media mañana,
o por el contrario no había quien me sacara de clase al llegar las dos.
Quizás entonces andaba ya con mis habituales trastadas,
o a lo mejor, muy probablemente,
solo era un pequeño hombrecito,
que se dirigía a por otra aventura,
más o menos como ahora.

Han pasado muchos años,
muchas vueltas al cole,
días de instituto,
noches leyendo sobre una cama,
incluso algún que otro examen de más.

Y ahora vuelvo al principio,
donde todo empezó,
a volver a vivir esa experiencia,
pero ya con una labor,
tenemos que hacerlo al menos tan bien como lo hicieron con nosotros,
con los que estamos ansiosos por volver,
porque debieron hacerlo muy bien.


¿Quién dijo que no se podía viajar al pasado?
Este año toca regresar, y esto es sólo el principio.
¡Niños!, ¡Nos vamos de excursión!