miércoles, 24 de junio de 2015

La banda sonora de mi vida

Si mi vida fuera una banda sonora, empezaría una cálida noche de verano, casi a media noche y ya a un tono considerable de voz. Para ser exactos lo haría a las 11:25 de una una noche de Agosto de hace ya casi 20 años.

Esta banda sonora comenzaría ya desde un principio a mezclar los ritmos más variados que el pentagrama permite, saliendo bastante a menudo de los cánones establecidos, tendría por ejemplo la compañía de melodías tan simples y acompasadas como la canción de los Tortugas Ninja u Oliver y Benji (Allá van con el balón en los pies...) 

Sería una banda sonora apta para todos los públicos, pero con una tendencia suicida hacia el cambio, capaz de comenzar escuchando a Los Chichos y terminar por tatarear la canción de turno de Eurovisión. La banda sonora de mi vida entendería en un momento, que la música de Cadena 100 debía ser lo más de lo más (Inocente yo), y memorizaría el 88.8 como el número más importante del mundo.

Algunos viajes al son de Andrés Calamaro y los típicos cassettes y CDs con los éxitos del verano empezarán a dar forma y consistencia en la memoria a esta. Después una fuerte etapa seguirá marcando la Tragicomedia de mi vida con canciones de Estopa, los dioses del mundo musical para ese tierno yo, que ya nunca se los sacó del todo de la lista de canciones a tatarear.

Sin saber muy bien por donde recibirlo, algo llamado Reggaeton entrará en escena, principalmente en la adolescencia, para ya no marcharse nunca y acercarse al ritmo de la música cada noche de fiesta, un poco de bachata, salsa, cualquier cosa será válida en el momento que algo más que la letra empieza a importar.

En algún momento sin saber cómo, cuándo, ni por qué, en esa banda sonora de mi vida, comenzarán a ponérseme Rojitas las Orejas, casi al mismo tiempo que me daba cuenta, que se vive mejor "con mis canciones p´aquí con mis canciones pa´lla". Para poco después darme cuenta de que alguien, "me ha robado el mes de Abril", en ese momento las voces quebradas comenzarán a instaurarse en mi cabeza, desde las más poetas como Roberto Iniesta o Kutxi Romero, a las aún más a lo Joaquín Sabina.

Mezclará también algún momento más dulzón, donde hasta Sergio Dalma, ya entrado en edad se atreve a aparecer, para que de improvisto otra tendencia irrumpa en la melodía para quedarse, DJs, sesiones, tecnho, listas de canciones con poca letra, y mucho cambio de ritmo marcarán definitivamente una banda sonora en constante cambio, y es que, resulta que desde aquel 25 de Agosto, hasta el final de la partitura, lo maravilloso de un espacio en blanco, es la oportunidad que nos da de escribir en él lo que queramos, y de cambiar un poco nuestra propia melodía cada día.


viernes, 5 de junio de 2015

Mi primera impresión

Dicen por ahí que la primera impresión es la que cuenta, la primera impresión que tuve de mi cuando empecé a ser capaz de reconocerme tanto dentro como fuera del espejo, fue que era demasiado débil, y que por lo tanto me iban a machacar allá donde fuera. Es obvio que estaba cerca, pero que no estaba del todo en lo cierto, pues aunque no han sido muchos, algún que otro golpe si que me he llevado, mas por el momento parece que los he resistido bien.

Cuando uno consigue conocerse a sí mismo, realmente no ha conseguido nada aún, pues lo realmente difícil es cambiarlo, o convivir al menos contigo mismo el tiempo suficiente para que no te agote, supongo que de cara a mis pequeñas derrotas es la tarea que más pendiente tengo, pues normalmente tengo perdida la pelea antes de subir al ring, lo cual no deja de resultar extraño, pues cuando has perdido tantas peleas antes de comenzar a golpear, lo más lógico es que cuando decidas volver a subir lo hagas con la certeza de pegar primero. Pero están en los cierto aquellos que miden y evalúan al rival por sus costumbres, pues estas debilitan cualquier movimiento, incluso, cuando el rival es uno mismo.

La segunda impresión, la que tengo cuando me miro y sé lo que veo, es que lo que tengo y lo que ofrezco es mucho más valioso que nada de lo que hasta ahora yo recibí, y que no ha aparecido un rival lo suficientemente digno para que subir al ring sea lo suficientemente interesante, pues aquellos que si lo hicieron, resultaron ser más espectadores que luchadores reales, y al final, la única conclusión, es que al igual que los golpes, llegará un momento en que hasta yo, tenga que dejar de dar esa parte de mi que me hace tan débil, pero no será hoy, hoy no.