viernes, 5 de junio de 2015

Mi primera impresión

Dicen por ahí que la primera impresión es la que cuenta, la primera impresión que tuve de mi cuando empecé a ser capaz de reconocerme tanto dentro como fuera del espejo, fue que era demasiado débil, y que por lo tanto me iban a machacar allá donde fuera. Es obvio que estaba cerca, pero que no estaba del todo en lo cierto, pues aunque no han sido muchos, algún que otro golpe si que me he llevado, mas por el momento parece que los he resistido bien.

Cuando uno consigue conocerse a sí mismo, realmente no ha conseguido nada aún, pues lo realmente difícil es cambiarlo, o convivir al menos contigo mismo el tiempo suficiente para que no te agote, supongo que de cara a mis pequeñas derrotas es la tarea que más pendiente tengo, pues normalmente tengo perdida la pelea antes de subir al ring, lo cual no deja de resultar extraño, pues cuando has perdido tantas peleas antes de comenzar a golpear, lo más lógico es que cuando decidas volver a subir lo hagas con la certeza de pegar primero. Pero están en los cierto aquellos que miden y evalúan al rival por sus costumbres, pues estas debilitan cualquier movimiento, incluso, cuando el rival es uno mismo.

La segunda impresión, la que tengo cuando me miro y sé lo que veo, es que lo que tengo y lo que ofrezco es mucho más valioso que nada de lo que hasta ahora yo recibí, y que no ha aparecido un rival lo suficientemente digno para que subir al ring sea lo suficientemente interesante, pues aquellos que si lo hicieron, resultaron ser más espectadores que luchadores reales, y al final, la única conclusión, es que al igual que los golpes, llegará un momento en que hasta yo, tenga que dejar de dar esa parte de mi que me hace tan débil, pero no será hoy, hoy no.



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