viernes, 10 de octubre de 2014

Por las viejas costumbres

Somos lo que hacemos,
anda que no lo hemos escuchado veces,
y lo bien que queda soltarlo,
así, sin paracaídas.

Luego resulta que aterrizas,
y lo piensas.

Y es que resulta ser verdad que somos lo que hacemos,
¿Qué otra cosa si no?
Dinero, tiempo, salud,
ninguna de estas cosas es tan nuestra como nuestras costumbres.
Hacemos fortuna, y compramos lo que queremos ser,
sin embargo,
si un día la perdemos,
probablemente sigamos tomando el café con dos cucharadas de azúcar,
aunque la cubertería ya no sea de plata.
Dedicamos nuestras horas a diversas aficiones,
pero siempre usamos esa marca deportiva,
o ese pie para pisar la cancha,
todo es válido.
Algunos inviernos enfermamos y otros no,
pero nuestra abuela siempre dirá lo mismo,
un vaso de leche caliente, y un poquito de miel,
da igual lo que tengas.

En mi caso, aunque quizás ya haya estado hablando de mi,
prefiero siempre el boli azul,
detesto salir de casa sin pañuelos,
si algo le gusta demasiado a la gente, lo examino más antes de decidirme,
si llueve paso siempre unos minutos mirando la ventana,
y cuando no lo hace, la ventana me parece aburrida,
guardo lo más insignificante como un recuerdo,
y los más valiosos de ellos, como el tesoro de barba negra,
como el arca de la Alianza.

Tengo por costumbre hacerme el interesante,
por manía, que serlo ocupa demasiado tiempo,
dejé de usar reloj, y desde entonces no puedo ni verlos,
y sobretodo, y como causante de estas cuatro letras,
tengo la manía, de cada vez que vengo al pueblo, pasar siempre por el mismo callejón,
y no quiero saber nada del café, ni de las dos cucharadas de azúcar,
porque yo,
yo nunca lo he dejado,
sigo tomando nesquik.