lunes, 26 de octubre de 2015

La fisonomía de la mejilla izquierda

Solo tengo un perfil bueno, el izquierdo. Agujereado, halagado y fotografiado cientos de veces sí, pero muy bien hecho. Acostumbrado a que lo de poner la otra mejilla, tampoco sea para tanto, ya sea para recibir un tortazo o para encajar las verdaderas hostias de la vida, las de verdad, las que voy encajando y descubriendo poco a poco, aunque a menudo, me empeñe en no hacerlo.

La inmensa mayoría, me las busco yo, las consigo porque aun siendo capaz de ser lo suficientemente retorcido y calculador para evitarme acabar siempre mal, termino por ser demasiado bueno en cada paso, y otro tanto más que demasiado imprudente también. Elecciones, situaciones y relaciones que me hacen daño o no me convienen se me dan demasiado bien, hacerme ilusiones con la simple luz de una estrella o convencerme a mi mismo cientos de veces de que no, que no está todo perdido, o todo puede cambiar.

Encajar con cualquier lado cada golpe, aprender, y esperar, sabiendo que tengo suficiente perfil o mejilla como para empezar a cambiar las cosas o esperar hasta que un día mi suerte venga para quedarse, y no para saludar.


martes, 13 de octubre de 2015

Enésima lección

Llevo exactamente 10 años, 15 meses y 8 días y medio intentando entenderme a mi mismo, calculo más o menos ese tiempo, pues el resto, he estado durmiendo. Durante todos esos días, además he tenido que intentar entender a decenas de buenos y malos profesores, buenos profesores a los que he querido entender, y otros a los que no he prestado la menor atención, en algunos casos, incluso llegué a comprender algo o la mitad de lo que me estaban contando.

Al acabar cada una de estas lecciones, lo único que he llegado a entender, es que nadie puede pretender que a día de hoy, ni tan siquiera yo me entienda a mi mismo, es demasiado difícil definir algo en un cambio tan constante, algo que ni siquiera sabe definirse así mismo sin dejar las frases incompletas, y que además, de vez en cuando ha prestado atención a algún tipo de profesor. Por eso cuando alguien se empeña en que yo sepa lo que quiero, lo único que puedo hacer es convertir mi mar de dudas en un océano y dejar de prestar atención, incluso cuando ese alguien lo hace sin pretenderlo, sin querer captar mi atención, o siendo un mal profesor. Al final nada cambia mucho, nunca sabré dónde estoy, ni quiero saberlo.


domingo, 4 de octubre de 2015

Y no me dicen nada...

Ya me había pasado antes, no es nueva para mi la sensación de perder el norte, lo raro sería saber dónde está. Me guió siempre por las estrellas, pero me gustan los días de lluvia. 
¿Has visto alguna vez las estrellas en una tormenta? 

Los Domingos me quitan más aire que los Lunes, los rotos, ya no sé contarlos, los vasos no los rompo, los abrazos siempre los guardo y de vez en cuando, me queda algo en el bolsillo para darlo. Ya me había pasado sí, pero no de este modo, ya sé lo que tengo, pero no porqué, no tengo razones para tenerlo. No se me llenan los vasos, ni vacíos, ni medio llenos, solo, con hielos.

Camino sin saber a dónde voy, y aunque siempre lo he hecho, nunca lo hice tan perdido. Tan pronto siento odio, como me muero de ganas, tan pronto estoy herido, como flotando en la nada, tal vez me lo han pegado, no sé lo que hago, ni sé lo que quiero.

Otras veces lo sé, lo sé pero no puedo, me hace creer que no, luego tal vez sí, y me pierdo, me achanto y no sigo caminando. Y no me dicen nada otras bocas, no me cuentan nada otras miradas, aunque lo intente. No me provocan ni duda, ni ansias, ni nada, nada de nada. Me empeño en echar de menos, algo que no sé cómo es, algo que no es nada, y en cambio es lo mejor de la nada. Me perturba una flor en un pequeño planeta habiendo cientas en este, un desierto sin flor, un principito sin nada, ni flor ni nada.
Y no me pasa nada, nada y más nada.