miércoles, 28 de enero de 2015

In memoriam

Yo no te voy a rezar un Rosario, no, no sería adecuado,
tampoco voy a llevarte flores todos los años, no, no es mi estilo,
por supuesto no seré yo quien te encargue las misas.
Pero si haré algo, prefiero entregarte lo más valioso que tengo hasta el momento,
lo único de lo que me siento realmente dueño,
y alguna vez orgulloso,
lo que hay dentro de mí,
mis propias palabras, mis propias letras,
y ahora las tuyas. 

Hola abuelo, sé que hace ya bastante tiempo que no me reconoces,
no es culpa tuya,
sé, que en los últimos años, apenas he sido un extraño para ti,
pero un extraño al que veías bastante a menudo.
Quizás, porque ya había experimentado lo que era perder un abuelo antes de tiempo,
quizás, porque aunque tú ya no estuvieras en tus mejores días,
seguías siendo simplemente eso,
lo más importante que nos has podido dar,
simplemente tú.

Probablemente a algunos les cueste entender a lo que me refiero,
se lo explicaremos,
me refiero a esas ganas infinitas de hablar,
a esa fuerza interior, esa valentía
y ese echarse para adelante tan tuyo, que nos seguías demostrando de una forma u otra.

Me refiero por supuesto, y sobre todas las cosas,
a tu sentido del humor,
a tus ganas de bromas,
a tu cúmulo de chascarrillos y frases echas.

A todo eso, y a algo más.

Te escribo, porque aunque tú ya no lo supieras,
ese que ha venido ahí,
el mismo que te escribe,
al que mandabas afeitarse día a día,
el que lleva pendientes como las mujeres,
ese, es tu nieto,
ese soy yo.

Te escribo sabiendo que ya no lo leerás, más bien no te lo podre leer,
como hacía cuando era pequeño y me encargabais revisar vuestra correspondencia,
te escribo para despedirme,
aunque tenga la sensación de haberlo echo ya,
justo el día de antes, cuando te vi en el hospital.

Confieso que yo, poco creyente en nada, guardaba alguna esperanza,
ya fuera médica o milagrosa, pues obviamente, me gustaría haberte tenido unos cuantos años más.

Te escribo pues,
para despedirme de verdad,
para decirte, que jamás te olvidaré,
porque es imposible,
para decirte que te quería,
y que lo seguiré haciendo.

Para decirte que tú nunca te irás,
porque no habrá un solo burro blanco,
una sola mula marrón,
un solo chiste, ni un solo refrán,
ni un simple par de caramelos de colores que no me recuerden a ti.

Ahora tal vez se los puedas dar a otro de tus nietos de nuevo, como a ti siempre te gustó.

Hasta que la vejez me lo arrebate, te llevo en mi memoria y en mi corazón. El de las barbas y los pendientes, tu nieto.


DEP ABUELO

lunes, 26 de enero de 2015

Una canción

Imagina una canción,
imagina un momento,
imagina que estás allí, y que el tiempo no ha pasado.

Que no son los años, ni los meses, ni tan siquiera los días,
los que hacen que la escuches cada vez más lejos, pero a la vez tan clara, a la vez tan cerca.

Imagina que puedes, es más demuestra que es cierto, que puedes seguir, pasar sobre la palabra muerto.
Imagina que nada es cierto, guarda ese momento.

Atesora tus fantasmas, encierra bajo llave a tus lamentos,
asegurate de que nada, ni nadie te los quita.

Pues no son imaginaciones, son recuerdos, la parte más viva de lo que añoras,
escríbelos, cuéntalos si eres capaz,
no dejes que caigan en el olvido.

Llora, por supuesto, no evites más hablar de esto.
Sé fuerte, no frunzas el gesto.

Gritale al mundo que los echas de menos,
que tú le echas de menos.

E imagina de nuevo...
Es Julio, es Enero, y escuchas esa canción,
ves ese lugar, hueles ese perfume, te viene aquel recuerdo.

Atesoralo, rie, llora por dentro,
deja de imaginar, y siente el momento.
Porque realmente no lo estás imaginando, están dentro de ti,
y seguirán a tu lado siempre, aunque tú no los veas,
aunque tú ya no le veas.


domingo, 4 de enero de 2015

De casa, hasta donde lleguen nuestros pies

Como en casa en ningún sitio, lo que nos gustará decir esto,
y vaya si es verdad, siempre hay algo que añoramos, que necesitamos cada cierto tiempo,
un lugar donde nos encontramos cómodos, donde nos sentimos parte de algo,
donde pase lo que pase, tenemos una cama adjudicada. Es un lugar agradable, un lugar calentito, donde hay un cocido a buena hora, o una tortilla del DIA, con cuatro cervezas.

Lo que nadie nos suele decir, es lo qué pasa cuándo no sabes realmente cuál es tu casa.
Lo que pasa cuando tienes más de una casa, más de un lugar a donde volver, a veces se llama Cáceres, otras incluso el pueblo de al lado, la casa de una amiga, con su madre esperándote con los brazos abiertos, hay veces que es una tía, un pariente más lejano, o un vecino muy cercano. 

Lo cierto es que en cualquiera de estos casos, lo verdaderamente importante es como te sientes allí, lo firmo yo, que vivo entre dos pueblos, y algunas veces entre el pueblo y la ciudad. Lo firmo a sabiendas de que si en unos lados ahora soy bien recibido, en otros dejé de serlo hace tiempo, pero lo firmo consciente, de que quiero que en este 2015, esas casas, sigan siendo las mismas, si acaso algunas más.

No he hecho balance hasta ahora, porque estaba en una de esos lugares en los que te encuentras demasiado bien para pararte a hacer estas cosas, y es que como todos los años, decidí terminar y comenzar el año en Garciaz, esa casa que abandonó mi madre ya hace más de 20 años, y a la que yo, una de las razones vivientes de aquella partida, me empeño en volver con frecuencia, pues es allí donde he encontrado al grupo de amigos más necesario y fuerte hasta el momento, es allí donde tengo a la mitad de mi familia, y mi familia adoptada, y es allí, donde quiero seguir terminando muchos años, pues podemos tener más de una casa, incluso más de dos, aunque no tengamos patrimonio.

En Garciaz encuentro los soplos de aire que todos necesitamos de vez en cuando, las buenas caras, que abundan sobre las malas, allí es donde no importa a que grupo pertenezcas, y donde constantemente, dejo de llamarme Mario, y paso a ser el hijo de tal, el nieto de cual, y tres o cuatro apodos más.

En Cáceres encuentro el aire viciado y distante que a veces uno necesita después de tantas horas y años de pueblo, y desde luego, es aquí, en casa, en la de siempre, donde uno sabe, que ya no solo es invitado, ya es dueño y señor del sofá.

No obstante, y puesto que llevo ya muchos días sin volver a mi casa legal, no me voy a enrollar, y solo quiero dar las gracias, a todos esos lugares, todas esas casas, todas esas personas que me han dado calor, techo, cariño, buenas palabras y en definitiva todo lo que uno puede considerar casa, y las que quiero seguir considerando, gracias a todos por formar parte de mi vida, desde Navezuelas, hasta Garciaz, hasta la casa de todos los Gunners, la tienda de campaña de Málaga, o mejor aún, hasta donde lleguen nuestros pies.