domingo, 4 de enero de 2015

De casa, hasta donde lleguen nuestros pies

Como en casa en ningún sitio, lo que nos gustará decir esto,
y vaya si es verdad, siempre hay algo que añoramos, que necesitamos cada cierto tiempo,
un lugar donde nos encontramos cómodos, donde nos sentimos parte de algo,
donde pase lo que pase, tenemos una cama adjudicada. Es un lugar agradable, un lugar calentito, donde hay un cocido a buena hora, o una tortilla del DIA, con cuatro cervezas.

Lo que nadie nos suele decir, es lo qué pasa cuándo no sabes realmente cuál es tu casa.
Lo que pasa cuando tienes más de una casa, más de un lugar a donde volver, a veces se llama Cáceres, otras incluso el pueblo de al lado, la casa de una amiga, con su madre esperándote con los brazos abiertos, hay veces que es una tía, un pariente más lejano, o un vecino muy cercano. 

Lo cierto es que en cualquiera de estos casos, lo verdaderamente importante es como te sientes allí, lo firmo yo, que vivo entre dos pueblos, y algunas veces entre el pueblo y la ciudad. Lo firmo a sabiendas de que si en unos lados ahora soy bien recibido, en otros dejé de serlo hace tiempo, pero lo firmo consciente, de que quiero que en este 2015, esas casas, sigan siendo las mismas, si acaso algunas más.

No he hecho balance hasta ahora, porque estaba en una de esos lugares en los que te encuentras demasiado bien para pararte a hacer estas cosas, y es que como todos los años, decidí terminar y comenzar el año en Garciaz, esa casa que abandonó mi madre ya hace más de 20 años, y a la que yo, una de las razones vivientes de aquella partida, me empeño en volver con frecuencia, pues es allí donde he encontrado al grupo de amigos más necesario y fuerte hasta el momento, es allí donde tengo a la mitad de mi familia, y mi familia adoptada, y es allí, donde quiero seguir terminando muchos años, pues podemos tener más de una casa, incluso más de dos, aunque no tengamos patrimonio.

En Garciaz encuentro los soplos de aire que todos necesitamos de vez en cuando, las buenas caras, que abundan sobre las malas, allí es donde no importa a que grupo pertenezcas, y donde constantemente, dejo de llamarme Mario, y paso a ser el hijo de tal, el nieto de cual, y tres o cuatro apodos más.

En Cáceres encuentro el aire viciado y distante que a veces uno necesita después de tantas horas y años de pueblo, y desde luego, es aquí, en casa, en la de siempre, donde uno sabe, que ya no solo es invitado, ya es dueño y señor del sofá.

No obstante, y puesto que llevo ya muchos días sin volver a mi casa legal, no me voy a enrollar, y solo quiero dar las gracias, a todos esos lugares, todas esas casas, todas esas personas que me han dado calor, techo, cariño, buenas palabras y en definitiva todo lo que uno puede considerar casa, y las que quiero seguir considerando, gracias a todos por formar parte de mi vida, desde Navezuelas, hasta Garciaz, hasta la casa de todos los Gunners, la tienda de campaña de Málaga, o mejor aún, hasta donde lleguen nuestros pies.



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