lunes, 16 de noviembre de 2015

Del cine al teatro

El actor mejor pagado de Hollywood no pareció saber encajar muy bien su corta aparición en el debate, entre otros, entre cine y teatro de Birdman, tanto es así que hasta sus palabras se desmidieron al hablar de Iñárritu. Pero en parte, la película tiene mucha razón, aunque yo, yo quiero a Robert, porque tal vez no crea que el formato de la pantalla gigante sea el mejor, pero encuentro en algunos héroes de cómic, la misma capacidad de emocionar y transmitir con las explosiones y los saltos, que en la caída y subida del telón.

Lo que si que no veo correcto, es que en la vida real, la diferencia entre el cine y el teatro no se aprecie. Pues en la vida real, teatro no es exagerar ni fingir, teatro es sentir, y saber que si se te olvida el guión, tienes que solventar el momento tú solito. No hay cortes de escenas, repeticiones, tomas ni montajes, no. Lo que sí que hay son las tablas bajo los pies, el corazón frente al público y la seguridad de que se está poniendo toda la carne en el asador, por un puñado de aplausos, y no millones de dólares. Nadie me puede decir que eso no es más bonito, nadie.

Más en escena todavía, hablemos de las relaciones humanas, la cantidad de aplausos que merece algo que sale del propio actor principal, dobla sin duda a la de uno, dos, tres o cuatro con gran capacidad para llenar todas las salas. Una persona que te habla con el corazón, no puede tener una mala actuación, no puede defraudarte con el final de su papel, porque no es un papel, no es un medio para un fin, es la vida misma, sobre las tablas, la vida, sacada del cine, y llevada al teatro.




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