sábado, 30 de agosto de 2014

Buscando tesoros

Guardaba desde bastante pequeñito, un corazón de cristal, dios sabe en cual de mis habituales entonces visitas a todos los cajones de la casa me lo agencie.

Era azul, con una transparencia casi nula, y una pequeña zona, cubierta de pegamento reseco por la parte de atrás. Lo recuerdo como si fuera ayer, pues se pasó años en mi poder, oculto en el cajón de mi mesilla, como el más valioso de los tesoros.

Aquel corazón de cristal, quizás recuerdo de alguna boda pasada, o vete tu a saber, hace ya algún tiempo que se lo regalé a mi primera novia. Probablemente este, ya roto y con el pegamento al fin separado, se pregunte alguna vez:

¿Qué fue de aquel niño que coleccionaba tesoros?

¿Qué es de todas las historias que forman nuestra vida si de vez en cuando no echamos la vista atrás?

Aquella vez fui yo, quien sin quererlo lo rompió, igual que prácticamente sin pensarlo ni un momento, lo entregué meses antes. Pues así funciona esto, viene cuando menos te lo esperas, y se pega durante años, cuando te das cuenta, ya no es sólo tu tesoro, sino que le pertenece a alguien más,  y el día menos pensado, ni tan siquiera sabes si está roto, o sólo desahuciado.

Ya son algunos años los que han pasado, y algunos tesoros más los que he ido repartiendo, alguna que otra vez me ha tocado recoger los trozos, unas veces fue mi culpa, y otras no, por supuesto, jamás me empeñe en ser Indiana Jones, o quizás sí, en todo caso, aquella época ya pasó, y ahora mientras me pregunto cuál será mi siguiente tesoro, no dejo de pensar, si será necesario o no, volver a mirar todos los cajones de mi casa,
volver a buscar.
Volver a encontrar mi tesoro.


No hay comentarios:

Publicar un comentario